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Confianza

Publicado en Crónica

Confianza

     Timbró un par de veces y dejó de timbrar.

     No sucede muy a menudo que me levante tan fácil con el despertador.

     El lunes salí temprano, tenía bastantes cosas por hacer, por lo que partí hacia la ciudad dispuesto con toda la energía posible a acometer tantas tareas como fuera posible. Hace ya bastante tiempo no tomaba el bus que me llevaría y había un poco de morbo al ver la gente subir al bus, era evidente que muchos allí se conocían o al menos se imaginaban, total se veían a diario en el mismo trayecto a la misma hora. En su gesto se notaba que aquel chico sabía dónde bajaría aquella chica que al parecer le llamaba la atención.

     Al llegar a la urbe, bajé del bus intermunicipal y tomé un taxi que por una larga hora me llevó de un lado a otro permitiéndome realizar como si fuera una gesta cada una de las aburridas diligencias que eran menester para esa jornada. El taxista, un señor de unos cincuenta años era simpático y muy amable. Siento que sospechó que me iba a escaquear sin pagarle la primera vez que le pedí esperarme, pero decidió confiar en mí y pues, aseguró su trabajo para todo el día.

     Sobre medio día sentí que era hora de almorzar, me había rendido lo suficiente como para hacer una parada y descansar, obviamente me sentí incómodo y le invité a almorzar. No recuerdo su nombre porque nunca se me ha dado bien recordar ese tipo de datos, pero algo hablamos sobre su historia, sobre lo caros y absurdos que eran los cupos de los taxis y lo mal que la estaban pasando por culpa de las aplicaciones ilegales. Sentí algo de culpa por que ese día tomé taxi, pero uso de manera indistinta cualquier forma de moverme siempre y cuando me lleve a mi lugar objetivo.

     Luego, de nuevo en el camino, me contó la situación de un compañero que por la mala situación en el gremio había perdido incluso su casa, pues la había hipotecado por comprar otro taxi, pero la situación, usted sabe, y no fue capaz de pagar el carro hasta que se lo quitaron, y de algún modo luego también la casa que estaba en prenda. Como siempre su mujer le había dicho que no hiciera eso que no se podía poner a jugar con el futuro de los niños, pero pues terminó en arriendo y obvio separado.

     Claro que yo entiendo, me decía, que el futuro son estas vainas. Yo en silencio me sentía verdugo en funciones ya que yo trabajo para ese tipo de empresas de tecnología. Él ya había comprado una Tablet, y me la mostraba señalándola, y estaba inscribiendo el carro en varias plataformas, pero en muchas no lo aceptaban por que el carro pues ya tenía unos añitos, no era justo ¿no?

     Pero a pesar de todo tenía una familia que alimentar, y tendría que hacerlo de cualquier modo. Aprendería lo que fuera necesario, pero no se dejaría tragar de esta ola. Había sobrevivido y lo haría de nuevo.

     También me contó que en el ejercito era que había aprendido esa tenacidad, y quizás sin pensarlo bien, mencionó que eso era lo que les faltaba a los jóvenes.

     Ahora me sentí acusado, pero de repente tendría razón. Total, escogí mi profesión para vivir de la mejor manera sin tenerme que matar tanto, no sé si en su situación yo hubiera sido tan fuerte y hubiera tratado de llegar a cualquier situación para poder seguir adelante.

     Mientras charlábamos entre cada una de las paradas que hacíamos, me contaba más y más cosas sobre su vida y familia, es increíble lo que uno puede llegar a creer que conoce a una persona en tan sólo un día.

     Eran las 5 de la tarde y pensaba quedarme en Bogotá, así que le pedí que me llevara a ese, el último destino del día. Mientras seguíamos en esa charla que no tendría cierre, que quedaría en el aire como un cuento inconcluso, por fin llegamos a mi destino, me despedí y le pagué 200.000 pesos de la carrera y agradecido baje y entré por fin donde iba a descansar esa noche.

     Sólo cinco minutos después noté que mi celular no estaba en mi bolsillo, por lo que lo busqué en mi maleta y en todo lo que traía. Definitivamente no lo tenía, pero pues no había problema, había llamado antes de llegar así que el teléfono estaba en el taxi. Solo era llamar y el señor me ayudaría así tuviera que pagarle algo más, llamé a mi propio número.

     Timbró un par de veces y dejó de timbrar.

     A mí me costó 2’200.000 la carrera, el ganó 220.000.

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Santos