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Santos

Publicado en Cuento

Santos

     Santos nunca perdonó a su padre, era inconcebible que el presidente de la barra del mejor equipo del mundo (Corinthians obviamente, pero no falta el ignorante), le hubiera puesto justo de nombre Santos, con la excusa estúpida de haber nacido el dos de octubre, día de los Santos Ángeles Custodios, según la tradición de la iglesia en consonancia con costumbres de la familia.

     El ocho de diciembre de dos mil dos, apenas hace una semana, Corinthians perdió dos a cero con Santos, era increíble como el mejor equipo podía perder así. Eran locales y quizás eso les dio esa ventaja que al final aprovecharon, pero hoy, en apenas unos minutos empezaría por fin el desquite y con ello la coronación del Corinthians, por encima de cualquier asomo de duda.

     Empezó el partido por fin, en el último tiempo habíamos ganado ocho veces, empatado nueve y perdido nueve, hoy era el día de cambiar esa estadística y de paso alzarnos con el trofeo de liga, Santos pensaba como sus amigos se burlaron de él hace ocho días mencionándole como su nombre era un a muleto que permitía al Santos ganar. Maldita sea papá, ¿no podías buscar otro nombre más estúpido?, ¿por qué mejor no me llamaste Custodio?.

     El grito le obligó a mirar mientras un cabezazo certero y a quemarropa fue enviado por Fabio Costa al tiro de esquina. Recién empezaba todo y ya empezaban a sufrir, eso debió ser el primer gol, quizás era su culpa, por estar allí como si su nombre fuera un caballo de troya en ese momento.

     Pensaba Santos en sí mismo, pensaba que estar en la barra de Corinthians llamándose Santos debería ser un mal augurio pero, ¡cuán difícil había resultado conseguir esas boletas para esa noche!. Todo hincha de verdad, de corazón debía estar en ese estadio esa noche, eso era algo que jamás nadie debía dudar a menos que se llamara Santos.

     Volvió Santos de nuevo en sí al ver un cambio en el minuto tres, cosa que le resultó extraña y le hizo entender que no estaba poniendo atención al partido, estaba con el Gran Corinthians al frente y no le estaba prestando atención, ¡que herejía!.

     Transcurría el minuto diez y el sudor le recorría la espalda de manera incomoda a Santos mientras veía otro cabezazo certero que Fabio Costa lograba de nuevo desviar al tiro de esquina. ¡Maldita sea esto debía ser el segundo gol de Corinthians!. Escuchó entonces desde el potro lado del estadio donde aparentemente alguien le llamaba. Lo pensó un poco mejor y desde el otro lado del estadio no podría escuchar un llamado, pero claramente distinguía entre el ruido un estribillo santos santos santos.

     Tenía que ser Robinho, penal y apenas vamos media hora. Sólo queda la fe. Va a cobrar el mismo y seguro va a fallar. Patea y gol. Maldita sea, gol. Ahora la diferencia son tres goles y la gente sigue coreando santos santos santos, nadie creería que tener un estadio lleno coreando tu nombre generaría tal fastidio.

     Segundo tiempo, cincuenta y ocho minutos y otra vez estuvimos cerca. Donde consiguen estos porteros. Fabio Costa rechazó lo que serían dos goles claros. Muchos pensaron que había una maldición en ese arco, Santos se preguntó si la maldición no sería el mismo.

     Minuto setenta y ocho, por fin, goooool, que digo golazo de Deivid para que por fin sepa ese tal Fabio Costa lo que se siente que le hagan un señor golazo. Era imposible que no pudieran hacerle un gol. Minuto ochenta y cuatro, otro centro, otro gol Corinthians por fin va por la hazaña, todos gritaban y Santos el que más. El milagro estaba cerca, por fin había caído la maldición. El calor y la euforia invadía el cuerpo de cada hincha y algunos incluso dejaban asomar las lágrimas.

     Solo faltaba un gol más y estaba cerca, ya podría por fin celebrar con su equipo como quiso hacerlo desde siempre, obviamente la mala coincidencia de su nombre no era una maldición, no era un problema, sólo eran imaginaciones suyas y tonterías de sus amigos. Ya sólo quedaba un gol para la épica remontada, y era sólo cuestión de unos minutos para llegar a ello.

     Un pase de Robinho a Elano le despertó, transcurría el minuto ochenta y ocho y volvió la desesperación con un gol, un poco tonto en opinión de Santos, pero gol al fin y al cabo, ya dos minutos más la adición parecían poca cosa para intentar hacer dos goles pero el equipo debía irse adelante con todo, no había otra opción. Ya no tenía sentido guardar nada.

     Dos minutos de adición, todo el gran Corinthians está en el arco rival haciendo gala de mucha gallardía, de repente un balón cruza casi huérfano hasta el otro lado del campo dónde es recibido por Clever que después de un par de gambetas lo pasa a Léo, que maldita sea vuelve a anotar sentenciando todo esta noche amarga.

     Mientras Santos sigue escuchando el santos campeón, no puede imaginar nadie más derrotado que el propio Santos. Hace lo que muchos aquí en la tribuna de blanco, llora pero es diferente, él se siente culpable.

     —Maldita sea papá, maldita sea—